Desapegos y otras ocupaciones.

jueves, 1 de mayo de 2025

AL PRINCIPIO TODO MARCHÓ BIEN


Al principio todo marchó bien, tal como el jefe había planeado, e incluso mejor. Recibió agradecimientos por los regalos. Se desplazó de un grupo a otro, charlando con todos y deseándoles unas felices fiestas. Acogió con risas los comentarios jocosos sobre la ausencia de alcohol en el surtido de bebidas. Todos parecían felices y satisfechos.

   La celebración aún mejoró. En lo más alto de la fiesta, la esposa del jefe hizo aparición al frente de una columna de empleados del catering cargados con bandejas de dulces. Llevaba un abrigo de piel sobre los hombros y la rodeaban los olores de la peluquería. Por delante de  ella, a modo de pajes, desfilaron sus hijas gemelas de cinco años, ataviadas con vestidos a juego y zapatos de charol, quienes lo contemplaban todo entre admiradas y sobrecogidas. Durante años persistiría en ellas la idea de que en el lugar donde su padre trabajaba, la gente lucía a diario gorritos de fiesta, sonaba la música y adornos navideños pendían de las lámparas y coronaban los ordenadores.



   Empleados de otras plantas del edificio se unieron a la celebración. Cada vez había más gente. Resultaba complicado hacerse oír entre el vocerío. Por eso en un primer momento casi nadie prestó atención al grito lanzado por una de las secretarias. Luego este se repitió, multiplicado al sumarse a él nuevas voces, y las conversaciones comenzaron a enmudecer, con lo que los gritos pudieron por fin ser oídos claramente, y las miradas se dirigieron hacia el centro de la conmoción. El jefe, sosteniendo un vaso en la mano, se abrió paso a codazos hasta allí. La gente había retrocedido despejando un círculo.



   A primera vista no había nada anormal. Una mesa, una silla…, el puesto de trabajo de alguien. Pero bajo la mesa había una papelera y esta se hallaba volcada. Su contenido, incluido un canapé de la fiesta a medio comer, estaba en el suelo. Y una rata mordisqueaba los restos del canapé. Y la rata era grande. Y ante el griterío y los dedos que la señalaban se alzó sobre sus patas traseras para hacer frente a la congregación. Y la rata llevaba un primoroso lazo rojo en torno al cuello. Como un regalo de Navidad.

   Luego el roedor echó a correr y se zambulló en la maraña de pies. Se produjeron nuevos chillidos y varias personas se encaramaron a mesas y sillas. La carrera del animal permitió que fueran muchos los que pudieron verlo con sus propios ojos, y también el lazo rojo que lo adornaba y probaba que su presencia allí no se trataba de algo casual.

JON BILBAO - "Como una historia de terror" - (2008)


Imágenes: Banksy

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