Desapegos y otras ocupaciones.

sábado, 3 de mayo de 2025

NO VAYA NADIE A PENSAR QUE ES INFELIZ


Se pone otro café que ya no le va a saber tan bien como el primero y piensa en las ganas que tiene de algo más. De qué, no sabría decirlo. El problema no es solo el aburrimiento. O un anhelo melancólico. Ni su matrimonio formal de diez años con el reloj biológico de fondo para hacerlo todavía más irrelevante. ¿Es normal sentirse así? ¿Les pasa a otras mujeres de su edad?

   Se le tensa el diafragma solo de pensar en contárselo a alguien. Más tenso de lo que ya está. Mejor tener bien alta la cabeza y enfrentarse al desafío de la hora. De esta y de la siguiente, no vaya nadie a pensar que es infeliz. Sabe que es mejor para todos si cunde la indiferencia. Si sigue adelante con paso firme y no gasta energía en pararse a pensar qué quiere en realidad. O qué siente en el fondo cuando suena el despertador por la mañana.

   La vulnerabilidad, lo sabe, es algo que se tiene que trabajar, algo que en teoría las mujeres tienen que ejercitar igual que un músculo. Eso les han contado los libros, los pódcast y los que dan charlas de motivación. Se esfuerza por admirar a las que admiten haberse equivocado y deciden, en voz alta, cambiar de rumbo. Pero ese tipo de catarsis no van con ella. No ve otra vida para sí misma. Y apechuga con la vergüenza de haberlo hecho todo tan mal.



   Un café más tarde, chirrían los goznes de la puerta de la habitación de su hija en la planta de arriba. Oye pasitos en la tarima del pasillo. Al tirar de la cadena en el único baño que tienen, las tuberías zumban por toda la casa. Blair se pasa la mano por la cara cansada.

   En un momento dado le vino bien echarle la culpa a Aiden por cómo se sentía. Ha sido un fiel receptor de su rabia. No hace más que echarle mierda encima y él no rebosa nunca. Pero para ella eso no cambia gran cosa: están casados y Blair no se plantea separarse. Desmantelarlo todo, ver cómo cambia. La percepción. El impacto en su hija, en el piso de arriba. No puede imaginárselo.

   Corre el agua en el grifo del baño. Oye que Chloe abre el armario con espejo donde guardan los tres cepillos de dientes en un mismo vaso. Mete un panecillo en la tostadora para que desayune su hija. Antes ha sacado el queso de untar de la nevera, así estará a temperatura ambiente, como le gusta a la niña.



   Para ir tirando, le vino bien echarle la culpa de su desdicha a un matrimonio que no funciona, hasta hace semana y media, cuando encontró un trocito de envoltorio en el bolsillo de los vaqueros de Aiden. Menos de un centímetro cuadrado. Basura, habría pensado cualquiera que tuviera que recogerlo del suelo del cuarto de lavar después de dar la vuelta a los pantalones para hacer la colada. Pero reconoció el borde ondulado del plástico. Y el color verde esmeralda.

   Idéntico al de los condones que ellos utilizaban hacía años. Desde que lo encontró, todas las mañanas abre el cajón donde lo guarda y se lo pone en la palma de la mano para darle vueltas a la cabeza.

   Podría ser de muchas otras cosas. Una barrita de cereales. Un caramelo de menta después de una comida de trabajo.

   Pero, más que una prueba, lo que tiene es una intuición.

   Una vez oyó que llamaban susurros a esos momentos que te vienen a decir que algo no encaja. Lo malo es que hay mujeres que no prestan atención a lo que les está diciendo la vida. No oyen los susurros hasta que no echan la vista atrás, a toro pasado. Se ciegan. Por las propias ganas de ver la verdad como se la imaginan.

   Aunque es posible que solo sean paranoias suyas. El no tener nada que hacer y ponerse a pensar.

ASHLEY AUDRAIN - "El rumor" - (2023)


Imágenes: Marcus Schaefer

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.