Desapegos y otras ocupaciones.

lunes, 18 de agosto de 2025

LOS TIEMPOS ESTABAN CAMBIANDO


Los tiempos estaban cambiando. La cultura había entrado en la 
constelación de Acuario. Comenzaba una nueva era en la que había que cumplir con la obligación de ser dichosos a toda costa. En un barrio de San Francisco de California alguien había abierto la jaula y la fuga acababa de convertirse en una estética. Primero fueron los beatniks, nueva orden de mendicantes que llevaban en la mochila el evangelio de Jack Kerouac En el camino, e hicieron filosofía del hecho de no parar nunca de andar, devoradores insaciables de carreteras, de paisajes con gasolineras abandonadas y moteles perdidos. Años después, de sus botas putrefactas germinaron los hippies con las flores, el amor libre y el  pacifismo. En Liverpool comenzaron a cantar los Beatles. Bandadas de chicos y chicas dulces y silvestres tomaron posesión de la Vía Láctea para convertirla en una simple discoteca donde se rascaban el aura hasta el amanecer. Sucesivas oleadas de jóvenes vistiendo harapos magnéticos levantaron el vuelo, unos hacia el Machu Picchu, otros a Picadilly Circus, otros a la isla Elefantina, otros a las faldas del Himalaya, otros a Ámsterdam, donde el ayuntamiento les había dejado el caserón de una iglesia neoclásica rebautizada con el nombre de Paradiso para que bailaran. Durante esos años de jubileo, las aves migratorias venían huidas llevando una flauta de indio en el pico para tocar «El cóndor pasa» en las plazoletas iniciáticas.



Esa música sonaba todavía muy lejana. El contagio apenas llegaba a Madrid. Pero bajo el presagio de esos vientos que se iniciaron en una Ibiza bohemia, la dictadura franquista comenzó a freírse como un pez podrido en las sartenes de las guitarras eléctricas. También se estaban pudriendo ya las noches de Ava Gardner en las que los señoritos y los flamencos fueron sustituidos por otra clase de venados nocturnos. Las primeras bandadas de tribus urbanas todavía inocentes discurrían por distintas partes de la ciudad y ponían de moda transitoriamente el abrevadero donde se paraban a beber. Madrid comenzó a llenarse de sótanos de música y, en ellos, esta liturgia de agarrar la felicidad por el rabo tenía sus propios sacerdotes, cada uno de un rollo, cada uno de una secta propiciada por una clase distinta de semillas.

MANUEL VICENT - "Ava en la noche" - (2020)


Imágenes: Sthenjwa Luthuli

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.