Desapegos y otras ocupaciones.

jueves, 7 de agosto de 2025

EN ESTA CASA NOS CAGAMOS EN MARIE KONDO


 Día 31. No compro nada que contenga la palabra ergonómico

 Cuando vuelvo del trabajo y entro en casa, veo que Pequeño está arrojando piezas de Lego contra el ventanal del patio ante la mirada pasiva de Horacio. A la vez tengo la visión de mi hijo con dieciocho años lanzando piedras contra el escaparate de El Corte Inglés, y no sé por qué la visión no me intranquiliza, sino al contrario. Me acerco para abrazarlo y noto que el pañal está a punto de reventar.

 —¿No lo has cambiado?

 —No quedaban pañales. He reciclado los que había en la papelera del baño, los que no estaban tan meados.

 —¿No has ido a comprar más?

 —Solo había de esos ergonómicos que son carísimos y que tú no quieres que compre.

 Esto es lo que hacemos los publicistas con las palabras: nos inventamos nombres que no existen y los usamos para contener la mierda.

 —Quizá ya va siendo hora de que le quitemos los pañales al pibe.

 —Pero no hoy.

 —Pues ¿cuándo?

 —No lo sé. La próxima semana.

 —Siempre decís eso, flaca.

 Voy desabrochando los corchetes del body y noto la cálida emanación de las deposiciones cerca de mis manos. Cada vez que un Lego impacta contra el cristal, mi hijo suelta una carcajada.



 —Mirá, todo esto… —dice Horacio, pero no termina la frase, sino que exhala como si fuese a apagar una vela de cumpleaños imaginaria.

 —¿El qué? ¿Ir a comprar pañales?

 —No, todo. —Su mano intenta abarcar el espacio a nuestro alrededor, como si este espacio también incluyese el planeta entero, el universo.

 Sé de lo que habla. Puedo sentir su mismo cansancio en mi interior. Puedo notar las réplicas de su resoplido arrasando mi paisaje interior de casitas con tejados rojos y chimeneas expulsando nubes infantiles de humo y caminitos amarillos serpenteando hasta una puerta donde viven familias felices.

 Me levanto y me alejo por el pasillo hasta la habitación de los niños para ver si queda algún pañal de los del verano, de los de la piscina, y al pasar por delante de nuestra habitación veo que Horacio tampoco ha hecho la cama, que la ropa sucia está tirada por el suelo junto a una taza de café vacía, que hay un plato encima del colchón con un montón de migas que se propagan más allá de su diámetro.

 «En esta casa nos cagamos en Marie Kondo y sus teorías del orden», pienso.

 Me dispongo a recoger todo porque ordenar ayuda a no pensar.

 Y de repente estoy en la habitación de los niños y ya no recuerdo qué había venido a buscar.

 —¡Hay que ir al cole a por el mayor, ¿vas tú o voy yo?! —le grito a Horacio, y mis palabras suenan como el estallido sordo de ese paracaídas que se abre de repente evitando que te des de bruces contra el suelo.

GLÒRIA DE CASTRO - "El instante antes del impacto" - (2022)


Imágenes: Artez

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