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lunes, 2 de junio de 2025

LA CLARA VALENTÍA DEL VIENTO ENTRE LOS ÁRBOLES


Matías inició su carrera militar por motivos gimnásticos. Y también románticos: era un chico fuerte que sobresalía en todos los deportes del bachillerato, especialmente en la gimnasia deportiva con aparatos de la época. El romanticismo le vino del entusiasmo histórico y pictórico de un hermano de su padre con quien pasaba las tardes, domingos y festivos, viendo libros de pintura histórica. El tío Anselmo estaba convencido de que existía una correlación mágica entre nuestro físico y nuestra vocación: uno sale militar porque parece un soldado desde joven, o sale registrador de la propiedad porque desde joven ya da el tipo del burócrata. Semejante criterio, en su simplicidad, funcionó con el sobrino Matías con fascinante exactitud. Matías tenía ya a los quince el aire firme y vigoroso de un futuro cadete. Que esta correlación entre el aspecto y el alma pareciera a la vez definitiva e insustancial no impidió que Matías Ybarra lo creyera.



  Juntos, tío y sobrino, vieron películas de hazañas bélicas de antes y después de las dos guerras mundiales. Discutieron acerca del honor, el valor en retaguardia y en combate, la obediencia como virtud y como defecto en psicología. Y como virtud a secas en una teología estética que propiciaba el tío Anselmo. A esto se añadió un falangismo joseantoniano, poético, que concebía la muerte como un acto de servicio y decía de ella, como Luis Rosales, que tiene la clara valentía del viento entre los árboles. Una resuelta y poética voluntad de obediencia en suma. Del manual de historia de la filosofía de sexto curso sacó a su vez Matías Ybarra dos ocurrencias de Hegel que le parecieron exactas: «La libertad es una necesidad conocida». Y otra, algo más enrevesada: «Todo lo real es racional, todo lo racional es real». Así surgió Hegel en la conciencia de Matías, un Hegel a la vez enigmático y portable, cuyas dos únicas tesis del manual de historia podían discutirse con gran vehemencia en los recreos con el inspector, quien prudentemente corregía el frenesí microhegeliano del chaval mediante un casi: Casi todo lo real es racional, Matías. Y casi todo lo racional es real. Pero no todo, ni todas las veces. Este ajuste indignaba respetuosamente a Matías Ybarra aquellos años. Así fue como a la gimnasia deportiva y al romanticismo militar se les añadió el color de la filosofía. Todo era sobria, esforzadamente heroico y noble. También, cómo no, conmovedoramente ingenuo.

ÁLVARO POMBO - "El destino de un gato común" - (2020)


Imágenes: Beth Moon

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