Todos tenemos razones
para amarnos, para odiarnos,
para entregar nuestros corazones,
para escatimarlos.
Todos tenemos razones
para odiarnos, para amarnos,
para ocultar nuestras manos,
para ofrecerlas
sin pedir nada a cambio.
Todos tenemos razones
que nos corroen como conciencias,
que son hemorragias de nosotros mismos.
Razones que encierran pedazos de nada,
que pertenecen al ámbito del fuego
y que le enseñan a hablar al silencio,
con la elegancia brutal
de un nuevo vértigo.
Todos los finales
son nuevos comienzos;
en eso, la razón también nos asiste;
aunque no por ello
dejemos de estar menos tristes.
Imágenes: Pauline Gagnon
07/03/2015
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