El silencio es mi obsesión.
Silencio de voz
que no de palabras,
ni de pensamientos
que, airados, fluyen
y se levantan cada vez más altos,
cada vez más vastos,
más internos.
La voz seca
y corre hacia dentro
y revienta,
centrífuga,
del alma que la genera.
Las palabras explotan
antes de que me dé
tiempo a verlas,
a expresarlas.
Se acumulan,
se amalgaman,
se funden entre ellas,
revolviéndolo todo
desde dentro hasta afuera.
Rebobinando experiencias,
decapando impertinencias,
desazonando lo que fue
y lo que queda
de mi existencia.
Silencio precursor
del que vendrá,
del que a todos nos espera,
del mítico-místico ardor
que se apagará
si nadie lo remedia.
Imágenes: José Laiño
23/01/2016
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