¿Qué te pasa?
La hija niega con la cabeza.
La madre sale y ella cierra la puerta con pestillo. Comienza a desnudarse. Sin mirarse al espejo, como solía hacer, cuando gastaba al menos cinco minutos posando frente al espejo para descubrir las posiciones, las actitudes, que la hacían ver mejor y peor; hundiendo el estómago, dejándolo flojo, elevándose en punta de pies, peinándose el pelo sobre los pechos, hacia atrás, contemplando sus pezones endurecer.
Desde ese día que ya van cuatro baños de tina. El síndrome se desencadenó luego de que se le acabaran los somníferos y los ansiolíticos. Un día después de que echaran de la farmacia a la amiga que le pasaba las pastillas.
Se conseguía las pastillas desde hacía tres años porque se negaba a seguir terapia. No le gustaban los médicos en general. Los encontraba codiciosos e injustificadamente arrogantes. Además, era necesario que el terapeuta poseyera facultades intelectuales y de análisis superiores a las suyas, y estaba segura de que no encontraría uno así, por lo menos no a su alcance económico. La primera y última vez que visitó un terapeuta se sintió aburrida toda la sesión. Al final, cuando el médico le explicó el tratamiento que debía seguir, ella levantó una ceja despectiva y estuvo a punto de soltar: «Ya, ¿pero cuál fue el último libro que leyó?». No, ella no recibiría consejos de cualquiera.
La madre espera al otro lado de la puerta del baño, cual enfermera de sanatorio. La hija recuerda haber leído en internet un artículo titulado «Los diez tratamientos psiquiátricos más bizarros de la historia», que hablaba de los baños de tinas que hacían tomar a mujeres histéricas por horas, incluso días, a principios del siglo XX. Tiene grabada en su cabeza la imagen en sepia de tres mujeres metidas en unas bañeras con rejas hasta el cuello. Encadenadas, mirando a la cámara con expresión vacía y unos gorritos plásticos de ducha en la cabeza.
Ella también se pasa un par de horas en la tina. Se sumerge, bota todo el aire en burbujas y aguanta la respiración. Abre los ojos bajo el agua y se queda esperando que suceda algo extraño. Espera entrever una figura fantasmal en la superficie difusa, o una mano entrando para tomarla por el cuello. Es lo que pasa en las películas de terror. Siempre les ocurre algo raro y sorpresivo a las heroínas mientras se dan un baño de tina. Antes pensaba que era una escena muy falsa y estúpida cuyo único fin era mostrar a las actrices desnudas. Luego de que Freddy ha intentado matarte en todos tus sueños, vas y te encierras a tomar un baño a la luz de las velas. Pero ahora entiende su verdadera complejidad: ocurre que todas las protagonistas también tenían madres, madres como la suya, que al verlas tan perturbadas les sugerían un baño. «Anda, prepárate un baño y olvídate del asesino ese».
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