Desapegos y otras ocupaciones.

sábado, 26 de abril de 2025

ENTONCES ESCUCHA Y TIEMBLA

 


 Quizá valga la pena que trate de enseñarte cómo se hubieran comportado los del planeta Tierra si hubieran sabido el insulto de que los habías hecho objeto. Esta descripción será un excelente ejemplo para ayudarte a comprender el extraño carácter del psiquismo de estos seres tricerebrados que han despertado tu interés.

   Irritados por el incidente, es decir, por la impensada injuria de que los habías hecho víctimas y siempre que ningún interés igualmente absurdo los hubiera preocupado en esos momentos, seguramente habrían decidido efectuar, en un lugar elegido de antemano, con individuos invitados de antemano, todos ellos vestidos, por supuesto, con trajes especialmente diseñados para tales ocasiones, lo que se llama un «consejo solemne».

   En primer lugar, hubieran elegido para este «consejo solemne», un individuo de entre ellos, llamado «presidente», encargado de dirigir el «juicio».

   Para empezar, te hubieran «despedazado», como dicen allí, y no solamente a ti sino también a tu padre, a tu abuelo y al resto de tus antepasados, sin parar hasta Adán.



   Si ellos hubieran decidido entonces —como siempre, por supuesto, por una «mayoría de votos»— que eras «culpable», te habrían sancionado con arreglo a las disposiciones contenidas en un código de leyes, basadas en «pantomimas» anteriores semejantes, realizadas por seres llamados «viejos fósiles».

   Pero si llegara a suceder que, «por mayoría de votos», no encontraran nada delictivo en tu actitud —aunque esto solo raramente ocurre entre ellos— entonces todo este «juicio» terrestre, asentado detalladamente por escrito y firmado por la totalidad del consejo, sería despachado… ¿Quizás creas que al cesto de los papeles? ¡Pues no!; lejos de ello, sería enviado inmediatamente a los peritos pertinentes; en este caso, a lo que se llama un «Santo Sínodo» donde habría de repetirse el mismo procedimiento, solo que ahora serías juzgado por individuos «importantes» del planeta.

   Y solo después de este verdadero «perder el tiempo» habrían de llegar al punto principal, es decir, que el acusado está fuera de su alcance.



   Pero es precisamente en este punto donde surgiría el principal peligro para tu persona; pues cuando ellos supieran «con toda certeza» que no pueden apoderarse de ti, habrían de decidir unánimemente el de castigarte, ni más ni menos, con el «anatema» del cual acabo de hablarte.

   ¿Y sabes tú lo que eso significa y cómo se lleva a cabo? ¿No?…

   Entonces escucha y tiembla.

   Los individuos más «importantes» decretarían que todos los demás seres, en los establecimientos destinados a ese efecto, como por ejemplo las llamadas «iglesias», «capillas», «sinagogas», «alcaldías», etc., atendiesen las ceremonias realizadas por ciertos funcionarios especiales que habrían de desearte en el pensamiento algo por el estilo de esto: Que perdieses tus cuernos, que tus cabellos encanezcan prematuramente, o que los alimentos contenidos en tu estómago se convirtieran en clavos, o que la lengua de tu futura mujer triplicara su tamaño, o que, cuando quiera que acertases a tomar un bocado de tu pastel preferido, se convirtiese éste inmediatamente en «jabón», y así indefinidamente.

   ¿Comprendes ahora los peligros a que te exponías cuando llamaste «zánganos» a estos lejanos farsantes tricerebrales? Concluyendo así su discurso, Belcebú dedicó una cariñosa sonrisa a su nieto favorito.

G. I. GURDJIEFF - "Relatos de Belcebú a su nieto" - (1946)


Imágenes: Hilma af Klint

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