estupidez fracasada,
ardor mortecino:
el papel que juego
en medio de todo esto
me atrae.
Repelentemente, me atrae.
Me inculpa y
me disculpa.
Me exculpa.
Mea culpa.
Mea todo lo que tengas que mear.
Echa el ardor que te quema.
Que te aflige,
que te condena.
Que te destruye
desde el interior
de la célula
enferma,
endurecida,
coriácea
y rugosa
como un hongo
que prolifera
dentro de las penas.
Que arruina tu destino,
tu futuro
lleno de orgullo,
de promesas,
de intereses brutos,
netos, finales.
Felices finales,
felices cumpleaños
que ya no son tantos.
Que se esconden
en lo incierto
de los calendarios.
Que te escupen
desde el futuro
burlándose de tu impertinencia,
de tu atrevido traspiés;
de tu sorna callejera,
de toda tu ralea
que sigue llenando
las calles y los callejones
y las discotecas
malolientes de los 80.
Escupe y suelta
el veneno;
lucha por ella:
tu vida depende
de esa guerra.
16-04-08
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