Uno de ellos, la señora Evangelina Danófer de Ortiz, hija menor del dueño de la casa, pudo ser entrevistada por el cronista:
—¿Conocía bien su padre a Borges?
—Sí. Fueron muy amigos durante años. La familia nunca aprobó esa amistad.
—¿Por qué razones?
—Mi padre, el señor Danófer, no era psíquicamente estable. Sobre todo, después de la muerte accidental de mi madre, en 1949. Borges, él y otros amigos acostumbraban discutir horas, noches enteras sobre temas extraños… Cábala, ecuaciones de tiempo y espacio, predicciones astrológicas, fórmulas alquímicas, cosas por el estilo.
—Su padre era conocido aficionado a ciencias ocultas…
—Eso fue después de enviudar. Antes, era un científico serio. La tragedia y la influencia de sus amigos fueron extraviándolo. Desde 1958 o 59, vivía encerrado en la torre. Hacíamos cuanto se podía, mi hermana y mi hermano, pero sin resultado. Poco a poco, mi padre se aislaba. Nosotros fuimos casándonos, abandonamos uno a uno la casa…
—Pero el señor Danófer también dejó de residir allí.
—Sí. En 1978 o 79, no me acuerdo bien, mi hermano Adolfo debió internarlo por su avanzado deterioro mental. Fue realmente terrible.
—¿Sabía usted que Borges visitaba la casa vacía?, ¿tenía llaves?
—No sabía nada, señor. Las únicas llaves que conozco están en poder del director de la clínica y de Adolfo Danófer. Mi hermano vive en Inglaterra.
—Entonces, ningún familiar mantenía contacto con su padre.
—Sólo uno. Ricardo, el hijo de mi hermana María.
El otro testigo, una señora de apellido Wiggenan o Wickehaim, se retiró del juzgado en automóvil, tras negarse a hablar con nadie. Según fuentes judiciales, esta dama reveló aspectos obscuros sobre el testigo cuyo paradero se ignora. Es decir, el joven que descubriera el cadáver de Borges.
ENRIQUE KEDINGER - "La conspiración de Borges" - (1985)
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