La profe de Lengua y Literatura nos ha pedido que escribamos una historia, un relato que incluya las palabras milagro y alegría. No tiene por qué ser muy largo: unas cien palabras más o menos.
Hice un par de intentos: infructuosos; argumentos manidos que parecían sacados de los telefilmes de sobremesa de fin de semana en Antena 3, por regla general, alemanes.
O eso, o eran demasiado autobiográficos y..., ¿qué coño les importa a los demás mi vida?
En otras ocasiones todo había fluido: era agarrar el boli y el papel y las historias manaban como agua en nacimiento serrano.
Podría recurrir a mi amable amigo Chat GPT, pero la última vez que lo intenté, la profe se dio cuenta: se halla en poder de una aplicación que detecta no sé qué macana de las figuras retóricas. Sabe cuáles son mías y cuáles de la I. A. Así que no...
Esperaré un poco más; aún me quedan unos días de plazo. Me voy a la cama y no pienso más en esto.
Mañana a ver si se produce el milagro y me llevo una alegría.
FEBRERO 2025
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