—Vamos, puedo asegurarle que al menos en mi presencia no le han tocado un pelo —aquellos dientes, sí, parecían de esqueleto, de animal muerto—. Pero ha tenido una especie de ataque, ha empezado a tirarlo todo por el suelo, a pegar patadas a la puerta. Después se ha metido en el baño, y sólo ha abierto con la promesa de que les llamaríamos.
Y a continuación, el resto de la mierda: que era la segunda vez en pocos meses que esto ocurría, que quizá fuera conveniente consultar con un especialista, que el psicólogo del centro está dispuesto a evaluar y realizar el preceptivo informe. Que todavía es pequeño y la tipología de las psicopatologías muy diversa, pero que es probable que precise tratamiento.
—Son los niños —había contestado él—. Me dice que hay algunos niños que no lo dejan en paz. Que se burlan de él.
Pobre Rubén. Tan indefenso, desde la propia cuna, su cuerpo esmirriado, como si no se hubiera cocinado del todo. Su tardanza al andar, su dificultad para hablar, su tendencia al juego solitario, su ensimismamiento de perro aislado de la camada. La vida te enseña a forjarte una piel de hormigón, pero están los resquicios, las partes blandas: recovecos en los que resulta sencillo hundir los dedos y hacer daño. Eso es Rubén para él.
DANIEL RUIZ GARCÍA - "La gran ola" - (2016)
Imágenes: Jinjoo Jo
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