Pero me saca de quicio que muchos humanos estén nerviosísimos ante la idea de perder su jodida y preciosa humanidad. No hacen más que preguntarse hasta qué punto puede ser reemplazado orgánicamente un individuo sin perder su esencia, y cuanto más debaten este tema, más humillante nos resulta a los reps. El problema no son los hígados, corazones, riñones o pulmones artificiales, que hace mucho que se cambian por motivos de salud, ni por supuesto las prótesis de piernas y brazos, que han llegado a alcanzar la perfección para quien pueda pagárselas. Yo misma tuve una prótesis de brazo magnífica en mi antiguo cuerpo. Lo verdaderamente problemático, lo que hizo que saltaran todas las alarmas, fue el comienzo de los experimentos para implantar nanotecnología en la médula espinal y en el cerebro. Una mente modificada por la Inteligencia Artificial ¿es biológica o robótica? Entonces apareció la Ley de Integridad Humana, que establece una complicada y bastante absurda tabla de porcentajes de humanidad medida en puntos Bío, dependiendo del órgano que va a ser modificado o sustituido. En total, un ser humano posee 1.000 puntos Bío, que tienen que estar obligatoriamente reflejados, con el saldo actualizado, en la chapa social, y la ley prohíbe que se cambien más de seiscientos puntos. Es decir, como mínimo tienen que poseer cuatrocientos puntos naturales.
Esta ley es la que ahora van a derogar en el Congreso. Siempre fue muy criticada por todos los sectores: para los conservadores es demasiado permisiva y para los ciborgistas es despótica. Además, resulta farragosa y a menudo arbitraria. Sobre todo en lo relativo a las intervenciones en el cerebro, que han de estar tuteladas, de modo que para poder hacer cualquier alteración hay que presentar una petición que debe resolver un comité de expertos a su propio y caprichoso juicio, sin un protocolo claro en el que apoyarse. La válvula de endorfinas que Yiannis se ha implantado en la amígdala tuvo que pasar por ese comité, tardó meses en ser autorizada y le costó 52 puntos Bío, aunque se trataba de una intervención médica para luchar contra su depresión. En cuanto a los reps, como la Constitución vigente prohíbe cualquier discriminación, también estamos dentro de la Ley de Integridad Humana y tenemos que llevar los puntos Bío en nuestra chapa, pero, ¡sorpresa!, hay una disposición administrativa, la «excepción tecno», que permite que nos saltemos casi todos los límites en razón de nuestra breve vida, de las necesidades especiales y de nuestra naturaleza monstruosa e inhumana. Esto último no lo dice el decreto, pero está ahí, entre líneas. En fin, todo eso va a ser borrado de un plumazo, probablemente. Es curioso: acabo de darme cuenta de que, con la Ley de Integridad Humana vigente, nunca se hubiera permitido la creación de tecnohumanos. Es decir, nunca hubieran sido fabricados clones para que sirvieran como esclavos. Y yo no existiría.
Tanto dolor ahorrado.
ROSA MONTERO - "Animales difíciles" - (2025)



 

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