A las 21.10 pasa el tren que viene de Retiro. A veces llega con unos diez u once minutos de demora. En su vientre viaja lo peor de cada casa. Tipos aburridos; mujeres agrias; viejos frustrados; estudiantes que todavía conservan la esperanza de un futuro distinto; jubilados rabiosos; algunos desocupados, más vencidos que cuando salieron a comerse el mundo en la mañana; vendedores ambulantes contando sus monedas; guardias oficiando de guardias por dos pesos; niños insoportables… Todos unidos en el cansancio del regreso, saben que los aguarda una forma más refinada de la monotonía: la vida familiar, la cena copada por la tele, las charlas donde no se dice nada, el cruce de rencores. Con su carga de desesperanza, el animal cruza la avenida con paso soberbio y moroso. Raro en un bicho de sus dimensiones, camina sin temor ni cautela, lanzando berridos metálicos. Merece su destino.
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