Desapegos y otras ocupaciones.

miércoles, 30 de julio de 2025

UN SIMPLE ANIMAL ELÉCTRICO

 


Una deliciosa y sutil descarga eléctrica, activada por la alarma automática del climatizador del ánimo, situado junto a la cama, despertó a Rick Deckard. Sorprendido, porque nunca dejaba de sorprenderle eso de despertarse sin previo aviso, se levantó de la cama y se desperezó, vestido con el pijama de colores. En la cama, su esposa Iran abrió los ojos grises, apagados; al pestañeo siguió un gruñido, y cerró de nuevo los párpados.

   —Has puesto un ajuste muy suave en el Penfield —regañó a su mujer—. Volveré a modificarlo, te despertarás y…

   —Aparta las manos de mis ajustes —le advirtió ella con una nota de amargura—. No quiero despertar.

   Se sentó a su lado, inclinado, hablándole en voz baja.

   —Si lo ajustas a un nivel lo bastante alto, te alegrarás de estar despierta; ese es el quid de la cuestión. En el ajuste C supera el umbral de la consciencia, como me pasa a mí. —Se sentía tan bien dispuesto hacia el mundo en general, después de pasar la noche con el dial en la posición D, que le dio unas suaves palmadas en el hombro desnudo y blanco.

   —Quita de ahí tu áspera mano de poli —le advirtió Iran.

   —No soy poli. —Aunque no había ajustado el mando se sintió irritado.

   —Aún peor —dijo su mujer sin abrir los ojos—. Eres un asesino que trabaja a sueldo para los polis.

   —Nunca he matado a un ser humano. —Su irritabilidad había aumentado hasta convertirse en hostilidad.

   —Solo a esos pobres andys —dijo Iran.



   —Pues no recuerdo que hayas tenido ningún problema para gastarte el dinero de las recompensas que gano en cualquier cosa que te llame la atención. —Se levantó para acercarse a la consola del climatizador del ánimo—. En lugar de ahorrar para que podamos comprarnos una oveja de verdad que sustituya a la falsa eléctrica que tenemos en la azotea. Un simple animal eléctrico. Para eso llevo todos estos años esforzándome. —Ya junto a la consola, titubeó entre marcar el código del inhibidor talámico, que suprimiría la ira, o el estimulante talámico, que le irritaría lo suficiente para salir vencedor de la discusión.

   —Si aumentas el veneno, yo también lo haré —le advirtió Iran—. Marcaré el nivel máximo y acabarás inmerso en una pelea que dejará cualquier disputa que hayamos tenido a la altura del betún. Tú marca y verás; ponme a prueba. —Se levantó y corrió hasta la consola de su propio climatizador del ánimo; se quedó de pie junto a ella, mirándole expectante con los ojos muy abiertos.

   Él lanzó un suspiro, vencido por la amenaza.

   —Marcaré lo que estaba previsto en mi agenda del día. —Examinó el programa para el día 3 de enero de 1992 y comprobó que se trataba de la actitud profesional de un hombre metódico—. Si marco lo que tengo programado —dijo con cautela—, ¿harás tú lo mismo? —Esperó, consciente de que no debía comprometerse hasta que su mujer aceptase imitar su ejemplo.

   —En mi programa del día figura un episodio depresivo de autorreproches de seis horas de duración —anunció Iran.

   —¿Cómo? Pero ¿por qué has programado algo así? —Eso atentaba contra el espíritu del climatizador del ánimo—. Yo ni siquiera sabía que pudiera programarse algo semejante —dijo, desanimado.

PHILIP K. DICK - "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Blade Runner)" - (1968)


Imágenes: Mitsuru Nikaido


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