Así es como se hace.
No le digas a nadie que te vas: ni a tu novio, ni a tu novia, ni a tu marido, ni a tu mujer, ni a tu madre, ni a tu padre, ni a tu hijo. Hay muchas razones por las que tendrás la tentación de hacerlo, la mayoría de ellas altruistas, pero desaparecer no tiene nada que ver con ser bondadoso. Si dejas a alguien atrás, se preocuparán por ti, te buscarán, lamentarán tu pérdida, avisarán a las autoridades, llamarán por teléfono a los hospitales, se temerán lo peor. Todo ello se debe asimilar y entender. No se gana nada con decírselo a alguien antes de irte, ni llamándoles por teléfono o enviándoles una carta cuando ya te has ido. Lo único que vas a conseguir con eso es delatarte.
Construye un nuevo yo. Busca una afición nueva, como jugar al baloncesto, coleccionar monedas o la jardinería. Empieza a madrugar, o a ser la típica persona que lleva siempre las uñas impolutas o que toma vitaminas. La idea es que no sea una extensión de tu yo anterior: lo ideal es que las diferencias sean considerables, aunque parezcan insignificantes. Si, por ejemplo, en tu vida anterior bebías una lata de Coca-Cola Light cada tarde, deberías dejarlo y empezar a beber otra cosa. Si evitabas tomar Paracetamol por cualquier motivo, deberías empezar a hacerlo.
Hay algunas cosas que no puedes cambiar, por ejemplo, si eres dado a la amigdalitis, si llevas gafas graduadas o si una picadura de avispa te genera una reacción anafiláctica. Un apéndice extirpado no se puede volver a poner, pero puedes alterar los hábitos, la forma de hablar, la actitud. Examínate en el espejo. Si tienes tendencia a cruzarte de brazos a la defensiva cuando estás nervioso, practica dejarlos sueltos a los lados y lleva la espalda a un punto imaginario de la base de tu columna: ahora tu nuevo yo está erguido y saca pecho. Piensa en cualquier tic que tengas, en las cosas que tus parejas o amigos te hayan comentado alguna vez. «Cuando te pones nervioso, siempre…». «Sé que mientes porque…». Destruye esos hábitos y desarrolla otros nuevos. Es difícil, pero no imposible. Como conducir, la mayoría de las cosas complicadas pueden llegar a automatizarse con el tiempo.
Asegúrate de que puedas hablar con fundamento sobre los recuerdos que te inventes si es necesario. No digas que has estado viviendo en Brisbane con tu ex el año anterior si no puedes nombrar una calle en la que podrías haber vivido, un barrio en el que podrías haber trabajado, y tres o cuatro bares que podrías haber frecuentado los fines de semana. Por esta misma razón suele ser más seguro decir que vienes de una ciudad grande en lugar de un pueblo pequeño, porque es menos probable que la gente te diga «Tengo una amiga en Sídney, a lo mejor la conoces…», y es más fácil hablar en términos abstractos. Si, por ejemplo, dices que eres de Mildura, y la otra persona resulta que es de allí, corres el riesgo de que te pregunte a qué colegio fuiste, si conoces al Sr. Scala y dónde vivías en relación con, por ejemplo, una torre de agua, un puente o un complejo de cines. E incluso si logras salir del paso por los pelos, lo más probable es que suenes aturullado y poco convincente, y puede convertirse en la primera puntada descosida del cuerpo nuevo que has hilvanado con sumo cuidado.
Si tu vocabulario te delata como alguien de un lugar concreto, o te encasilla dentro de una u otra clase social, cámbialo. Escucha a los que te rodean y, si lo ves necesario, imítalos. Como un pájaro pergolero, estás construyendo tu propio nido.
JENNIFER DOWN - "Cuerpos de luz" - (2021)
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