La sola mención de Egipto, con la carga afectiva que tenía para ellos de hecho remoto pero cumplido, le impuso a la voz de Eloísa un timbre más ansioso, un muy femenino afán por puntualizar, por entrar estrictamente en materia, ya con tarifas de vuelo en mano y con sugerencias específicas de fechas y hoteles, todo lo cual a él, que hablaba por hablar, confiado en que se trataba de un proyecto irrealizable, lo tomó por sorpresa y en buena medida lo fastidió, haciéndolo dudar del terreno que pisaba.
Es obvio que durante todos estos meses escuchar a Eloísa se le había convertido a Luicé en un bálsamo contra los peculiares atropellos que a un hombre de su condición le impone el ingreso a la vejez: el cambio del tenis por el golf, el abandono forzado del cigarrillo, los orificios de más en el cinturón, las dioptrías adicionales en los lentes. Pero de ahí a arriesgar lo que había construido durante toda una vida por irse a recorrer el Nilo con una antigua novia, había un abismo que ni remotamente estaba dispuesto a franquear. Eso era evidente para cualquiera, menos para Eloísa; yo no diría que por ilusa sino al contrario, por ser mujer acostumbrada a que se cumpliera su santa voluntad.
LAURA RESTREPO - "Olor a rosas invisibles" - (2002)
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