(...) Lloraba ya entonces sin parar, a
regueros, sin hacer el menor ruido ni hipar. Yo lloraba también,
borboteando, triturada por dentro, rabiando. Allí acostados,
abrazados el uno al otro, como si nos arrancaran la piel cada vez que
nos separábamos un poco. No oponía resistencia, hijos míos, porque
se daba cuenta de que no había nada que hacer. Él sabía que las
mujeres tenemos una vida y después un amor, en este orden. Ellos no,
cuando tienen un amor ya no tienen nada más, ahí dentro lo meten
todo, por eso da miedo verlos llorar.
ALICIA GIMÉNEZ BARTLETT - "Caídos en el valle" - (1989)
Imágenes: Raphael Guarino