Susana accedió ir a México sólo porque le aseguraron que por cadena nacional todos en el país iban a verla, incluido el hombre que tenía a su hija. Podrá apelar a sus sentimientos, había dicho la asistente del productor del programa con una vocecita entusiasta. Pero Susana se quedó con la palabra «hombre». Porque la persona que se llevó a Cinthia tenía que ser un hombre, ¿no? No podía ser de otra manera. Si algo le habían inculcado bien las monjas del colegio, además de la letra puntiaguda y perfecta, era que había que cuidarse de los hombres, animales incontenibles. Aunque eso suponía un conflicto con la lección sobre el libre albedrío con el que Dios había dotado a sus criaturas para decidir entre hacer el bien o el mal, al tratarse de los hombres, el libre albedrío salía sobrando porque ellos eran incapaces de controlarse. Por eso las monjas insistían en que había que evitar quedarse a solas con ellos, aunque fueran familiares y amigos, no usar ropa provocadora, jamás caminar por una calle oscura y solitaria, no aceptar invitaciones ni bebidas de desconocidos y, sobre todo, nunca, nunca, nunca, bajo ninguna circunstancia, entrar al cuarto de un hombre y mucho menos cerrar la puerta.
LILIANA BLUM - "El monstruo pentápodo" _ (2017)
Imágenes: Sung Hwa Kim
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