Ahora, para bajar a la calle, utilizaba siempre las escaleras, deteniéndose con brevedad frente a la puerta del apartamento del tercer piso, que se encontraba debajo del suyo. Por lo general, la música estaba alta, pero no resultaba molesta. Nunca coincidió con la persona que ocupaba el apartamento, de quien llegó a pensar que se trataba de un universitario o universitaria acostumbrada a estudiar con música. En sus tiempos de estudiante, había conocido a gente capaz de concentrarse con la radio encendida.
Cuando faltaban dos días para su examen de taxista, y un poco cansada ya de repetir test psicotécnicos y de colocar calles del extrarradio en mapas ciegos, decidió armarse de valor y bajar a conocer a la persona del tercero, propietaria de aquel repertorio musical. Previamente, se duchó y se perfumó, pero se puso sobre la ropa interior un chándal de andar por casa a fin de no parecer que se había arreglado para la visita. Le temblaban las piernas a medida que descendía cada escalón, como si, en lugar de bajar al tercero, estuviera descendiendo al sótano. Llamó tímidamente a la puerta, atravesada en ese instante por la queja de un tenor (había estudiado ya las diferentes tesituras de las voces) que daba la impresión de implorar algo, Lucía no sabía qué porque lo imploraba en italiano.
JUAN JOSÉ MILLÁS - "Que nadie duerma" - (2018)
Imágenes: Rodney Wood
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