Desapegos y otras ocupaciones.

lunes, 15 de diciembre de 2025

LA MALDAD OYÉNDOSE COMO UN SILBIDO

 



Por aquellos días un canal de televisión por cable se había dedicado a transmitir, sin interrupciones, las tediosas jornadas de la Comisión donde se escuchaban los testimonios de las víctimas.

   Desde campesinos analfabetos hasta viudas, todos de pie frente a un estrado desde el cual media docena de intelectuales escuchaban atentamente y, a veces, tomaban notas.

   ¿Qué gesto convincente podían poner ellos ante las cámaras que les hacían acercamientos?

   Indignación, horror, incredulidad.

   Curiosidad, sin duda; también curiosidad.

   Y asombro.

   Los detalles abundaban. Algunos testigos incluso ensayaban algo de mímica. Cortaban cuellos con un afilado dedo silbando en el aire. Rastrillaban fusiles imaginarios.

   Había lágrimas.

   El miedo, el crimen.

   Mónica me advirtió que me estaba enajenando.

   Me pasaba horas mirando las declaraciones por televisión. Reconozco que al principio lo hacía por morbo.



   La campaña de mi diario en defensa de la Comisión me permitió darle un conveniente giro laboral a mi curiosidad.

   Finalmente, entendí que mi obsesión iba por otro lado. No podía despegarme del espectáculo aquel del descubrimiento de la naturaleza humana.

   Era un striptease.

   En cada testimonio percibía el funcionamiento de un artefacto humano, el alambicado armazón de la maldad, instalado entre aquellas anécdotas y expuesto ante nuestros ojos.

   La maldad oyéndose como un silbido junto a la respiración de todos los que formábamos parte de esta historia; todos, incluyendo los simples observadores como yo.

   O más aún: el espectáculo era sobre todo para nosotros.

   Estaba convencido de ello.

   En las declaraciones a los diarios resultaba obvio que al presidente de la Comisión, un filósofo y rector universitario, le preocupaba el tema de la Verdad.

   A mí el tema que me atraía era el del Mal.

   Es decir: ¿es esto el ser humano?

   Alcancé a preguntarle eso mismo a Mónica un día en que se sentó a mi lado para compartir el televisor.

   ¿Es esto el ser humano, Mónica?

IVÁN THAYS - "Un lugar llamado Oreja de perro" - (2008)


Imágenes: Ana Flores

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