Escuchó toser tras ella desde la nada más negra de aquel callejón y salió corriendo del parque arrojada por un terror perentorio, un miedo tal que se le cosía a la piel fría y le entorpecía los pasos. Dio de bruces contra un coche, y de él asomó una cara que le era familiar:
—¿Qué te ocurre? ¿Estás bien?
—Señor Ramón, había alguien escondido ahí, en la callejuela del parque. Le he escuchado toser y he salido corriendo.
—Sube, te llevo a casa. Este parque nunca me ha gustado. Estoy esperando a un amigo.
—He quedado al otro lado de la plaza.
—Pues sube, te acercaré en coche. —Montó en el asiento del copiloto—. Mira, ahí viene… Es un chico que me ayuda a veces con los muchachos.
Un chaval de veinte años llegó hasta el auto, y al ver el asiento ocupado montó en la parte de atrás.
—¿Qué tal, Frank? —preguntó Ramón.
—Bien, don Ramón, bien —dijo. Y luego tosió.
Ramón miró a la chica, que abrió los ojos como un pez. Desde atrás una mano le tapó la boca y le cubrió la cabeza con una bolsa de plástico que precintó con brusquedad. Pronto todo terminó.
ÁNGEL GIL CHEZA - "Pez en la hierba" - (2015)
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