La gente no sabe lo que es estar en prisión. Piensan que se vive bien allí. Que te dan de comer, que tienes médicos, calefacción, que hay opciones para estudiar o aprender un oficio. Incluso algunos, los menos, se acostumbran a esa vida extraña y antinatural, y luego no saben estar en la calle, pero eso es porque no tienen un lugar al que volver. O no pueden estar a solas con ellos mismos. Lo más duro es enfrentarte a la realidad, algo que a la mayoría nos cuesta demasiado. Otros ya no distinguen lo que es real y lo que no.
Lo que nadie imagina es lo que duele oír el ruido de la reja cerrándose a tus espaldas; no entienden lo terrible que es estar obligado a convivir con otros que a su vez deben soportar tu presencia, y saber que eso va a ser así durante días, meses, años. Todo forma parte de la condena. Porque allí el tiempo se estira hasta el infinito, y te levantas, te acuestas y vuelves a levantarte, y siempre es el mismo día. También sé que ninguno de los que estamos dentro somos unos santos. Yo el primero. Acepto que debamos pagar por lo que hemos hecho y que hay gente que merece pasarse la vida en la trena. Gente que lleva la rabia, la violencia, el dolor, tatuados en el alma. He conocido a unos cuantos.
GRAZIELLA MORENO - "El salto de la araña" - (2020)
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