Tan rara vez dice la verdad que, cuando la oyes de sus labios (el 29 de marzo de 2020), cobra la fuerza de una revelación: «Ojalá pudiéramos volver a la vida de antes: teníamos la mejor economía de la historia, y no la muerte.»
Bueno, quizá no fuera la verdad pura y dura: la primera parte de la frase no era verdadera ni falsa, sólo describía un deseo; pero resonó con su eco suplicante en mi interior, y admito que por un momento lo sopesé en la mano como una manzana reluciente. Parecía un deseo honesto en «tiempos de guerra»: ésa es la analogía que ha elegido, aunque en 1945 nadie deseaba volver a la «vida de antes» (a 1939) salvo para resucitar a los muertos; el desastre exigía un nuevo amanecer, y sabemos bien que sólo una nueva forma de pensar puede llevar a un nuevo amanecer. Aun así, cuando dijo: «Ojalá pudiéramos volver a la vida de antes» sorprendió a su público en un momento de debilidad: en bata, llorando, en medio de una llamada de trabajo (o con un bebé apoyado en la cadera y en medio de una llamada de trabajo), improvisando un traje de protección para armarse de valor y coger el metro para ir a un trabajo que no se puede hacer desde casa mientras millones de niños aburridos se subían por las paredes. Y sí, en ese contexto de fragilidad generalizada, la evocación de «la vida de antes» sonaba como un consuelo, aunque fuese mera retórica, como «érase una vez» o «¡pero sigo amándolo!». No obstante, la segunda parte de la frase me devolvió el sentido común: era humo, humo, humo. Al menos el diablo es consecuente; solté la manzana y, ¡ay!, estaba podrida y llena de gusanos.
ZADIE SMITH - "Contemplaciones" - (2020)
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