(...) En esos días en los que Isora se quería morir yo también sentía que me quería morir y ella me decía que la mejor forma de morirse era llenar la bañera de agua caliente hasta los topes y sajarse las venas. Yo me preguntaba cómo ella sabía tantas cosas que yo no sabía y entonces me ponía triste porque pensaba que yo no tenía tristeza propia, que mi tristeza era la de ella pero dentro de mi cuerpo, una tristeza como de imitación, dos tristezas duplicadas, la marca falsa de una tristeza, esa era yo, porque yo no tenía razones por las que estar triste pero me las inventaba.
A veces, a Isora, la tristeza la abrutaba. Pasaba muchas horas sin pronunciar una palabra. Se sentaba en las esquinas de la parte baja de la venta, justo donde una pared se abraza con la otra y se quedaba allí mirando sin ver nada. Los ojos eran dos manchas, dos moscas verdes dando vueltas en un cuarto que apestaba a vino. Yo me aburría mucho pero no me iba, me quedaba al lado de ella escuchando su silencio. Como cuando los maridos se sientan a ver el fútbol y las mujeres los acompañan aunque no les interese, porque los maridos están tristes con la vida y el trabajo en el Sur y hay que estar con ellos porque es obligación.
ANDREA ABREU - "Panza de burro" - (2020)
Imágenes: Christian Schloe
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