»Hay que reconocer que mi madre lo arregló todo con rapidez y limpieza. Asumió su derrota, y volvió a la casilla de salida. Es lo único que admiro de ella: la dignidad con que se quitó el disfraz de nueva rica. Vendió el piso nuevo, y vendió el piso en el que vivíamos. Nos repartimos en casa de los tíos, de los dos con los que teníamos relación, porque de los hermanos mayores de mi abuela nada se supo, hasta que los inquilinos del piso pequeño lo dejaron libre. Regresamos al barrio, al barrio de verdad: el de los pobres. Cerraron restaurantes, vendieron pisos y un local, liquidaron casi todas las deudas y el resto las pagaron poco a poco; cuando me fui de casa, todavía debían algo a algún banco. El restaurante del barrio se lo quedó mi tío. Y así fue como mi madre, Eva y yo recuperamos la vida que nos habíamos empeñado en evitar. Colorín, colorado.
»No te cuento todo esto por pena, ni para dibujarte una imagen romántica de lo que soy: una niña rica que un día se despertó pobre. No me interesa lo sentimental. Echo de menos a mi padre, pero también echo de menos algo que nunca he vivido, y que me correspondería: no tener que trabajar, abrir la nevera y encontrarla llena, pasar las vacaciones en sitios que la gente con la que me cruzo no podría pagar. Echo de menos no a mi padre, no aquella vida, sino la imagen que yo tenía de mi padre, y todo lo que yo no he vivido por su muerte. Echo de menos a aquel hombre exitoso que salía en el periódico, al que admiraban sus trabajadores porque pagaba las horas extra con generosidad, que dejaba propina hasta en la papelería en la que nos compraba los libros del colegio. Siento envidia por aquellos a los que les va bien, y me reconfortan aquellos a los que les va mal, porque me permiten no sentirme tan sola. No quiero lástima porque no la merezco. No quiero tu lástima, porque no te conozco de nada: no me sé tu historia, y si quieres cuéntamela, que yo te oigo; en realidad me gustaría irme ahora mismo de tu casa, pero para volver a la mía tengo que enlazar varios nocturnos, hasta dentro de un rato no abren el metro, y no tengo dinero para un taxi. Estoy atrapada aquí, contigo. Mira: otra metáfora. ¿El restaurante del tío Chico? Sigue abierto, sí. Mi madre está en la cocina, y me parece que mi hermana entró con ellos hace tiempo, a ayudar. Al tío le quedan quince o veinte años para jubilarse, y supongo que para entonces se encargará alguna de ellas. Él hubiese querido ser profesor, ir a la escuela de adultos y sacarse una carrera, pero decidió cargar con el peso de la familia. Nadie se lo pidió. Espero que entonces tenga tiempo, y le dejen descansar. No, nunca le cambiaron el nombre… Sigue llamándose El Rincón de Carmen. ¿Qué esperabas, pantalla grande y final feliz? La vida es otra cosa.ELENA MEDEL - "Las maravillas" - (2020)