Desapegos y otras ocupaciones.

domingo, 10 de marzo de 2013

"SUNSET PARK". Paul Auster.

Anagrama, 2010. 278 págs.



Esta es la segunda obra de Auster que comento aquí. Casualidad, más que nada.
Es su última novela (2010), pero hasta ahora no llegó a caer en mis manos: cosas de la recesión, la crisis, la prima esa de tanto riesgo, que nos hace esperar incluso a los amantes de los libros. Esperar hasta encontrarlos más baratos, de segunda mano, prestados, o lo que sea...


Hay un protagonista principal, Mike Heller, un tío de 28 años que desde los 20 rompió todos los lazos que lo unían a su familia, y su vida anterior en su ciudad: la sempiterna Nueva York, por razones que iremos descubriendo a lo largo del libro.


Pero yo calificaría a ésta como una novela de personajes.
De hecho, cada capítulo lleva el nombre de uno de ellos.
Algunos, aparentemente "secundarios", están magistralmente retratados, como Bing Nathan, el único amigo con el que Mike Heller mantiene una correspondencia  durante su voluntario exilio:


"Es el guerrillero del agravio, el campeón del descontento, el detractor militante de la vida contemporánea que sueña con forjar una nueva realidad con las ruinas de un mundo fallido. A diferencia de la mayoría de los inconformistas de su clase, no cree en la acción política. No pertenece a movimiento ni a partido alguno, nunca ha hablado en público, no tiene deseos de sacar a la calle hordas políticas para quemar edificios y derribar gobiernos. Su postura es puramente personal, pero si vive de acuerdo con los principios que ha establecido para sí mismo, está convencido de que otros seguirán su ejemplo.
Cuando habla del mundo, entonces, se está refiriendo a su mundo, a la reducida y limitada esfera de su propia vida, y no al mundo en general, que es demasiado amplio e imperfecto para que tenga influencia alguna en el suyo. Se concentra por tanto en lo habitual, lo particular, en los detalles casi imperceptibles de los asuntos cotidianos. Las decisiones que toma son necesariamente menores, aunque eso no quiere decir que carezcan de importancia, y día tras día procura cumplir con la norma fundamental de su descontento: oponerse a las cosas tal como son, resistir en todos los frentes a la situación establecida.
(...) Sus actos de rebelión son baladíes, quizás, gestos irascibles que consiguen poco o nada incluso a corto plazo, pero contribuyen a realzar su dignidad como ser humano, a ennoblecerlo a sus propios ojos."




Hay que tener en cuenta que esta novela está situada en el epicentro de la recesión económica y que los personajes que la habitan, algunos de ellos muy relacionados con el mundo editorial, se ven fuertemente marcados por la misma. Así comienza el libro, refiriéndose al personaje de Mike Heller:


"Durante casi un año ya, viene tomando fotografías de cosas abandonadas. Hay como mínimo dos servicios al día, a veces hasta seis o siete, y siempre que entra con sus huestes en otro domicilio, se enfrenta con las cosas, los innumerables objetos desechados por las familias que se han marchado. Los ausentes han huido a toda prisa, avergonzados, confusos, y seguro que dondequiera que habiten ahora (si es que han encontrado un lugar para vivir y no han acampado en la calle) sus nuevas viviendas son más pequeñas que los hogares que han perdido. Cada casa es una historia de fracaso -de insolvencia e impago, deudas y ejecución de hipoteca- y él se ha propuesto documentar los últimos y persistentes rastros de esas vidas desperdigadas con objeto de demostrar que las familias desaparecidas estuvieron allí una vez, que los fantasmas de gente que nunca verá ni conocerá siguen presentes en los desechos esparcidos por sus casas vacías."




Otro fragmento sobre Mike Heller, con el que ya le cogemos cariño, seguro: 


"Paga poco de alquiler, porque vive en un apartamento pequeño, en un barrio humilde, y aparte de gastar dinero en necesidades básicas, el único lujo que se permite es comprar libros, volúmenes de bolsillo, narrativa en su mayor parte (...), pero en el fondo los libros no son lujos sino necesidades, y la lectura es una adicción de la que no desea curarse."


Se lee con muchas ganas porque va abriendo (o entreabriendo) múltiples posibilidades acerca de las futuras relaciones afectivas entre todos los personajes principales.


En las 2 ó 3 últimas páginas se desencadena un final tremendo y que nos deja con ganas de más: es una novela que podría haber continuado. Como continúa la propia vida.


Una novela pura, sin más experimentos que los que supone enfrentarse a la realidad y contarla.



"LA FALTA". Paula Izquierdo.


Alianza Editorial, 2005. 207 págs.


Parece que los protagonistas de las novelas que comento aquí últimamente estén siempre deseando escapar, huir de algo o, al menos, intentarlo. Espero que esto no parezca un reflejo de mis vivencias personales...



Ese es el caso de Pablo, el personaje principal de esta excelente novela: un psiquiatra de éxito, con una vida ordenada que, de repente inicia su particular catarsis, escapando simbólica y físicamente desde el centro hasta una zona periférica-marítimo-desértica fácilmente identificable.

"Quizá si no hubiera vivido como he vivido, no estaría aquí. Tal vez mi vida hasta ahora haya sido una especie de preámbulo, de prólogo, un ensayo general para esta actuación final. O quizá la vida esté hecha de prólogos sucesivos, fragmentarios para la única actuación decisiva: la muerte."

"Poco tiempo después de separarme, recuerdo que mi amigo Rafael también se separó de su mujer, con la que llevaba casado más de veinte años. Recuerdo que hablamos de cómo se encontraba y que me dijo que de lo único por lo que sentía nostalgia era de su lugar en el sofá frente al televisor. Él no lo reconoció en su día, pero creo que esa forma tan frívola de expresar cómo estaba implicaba algo mucho más profundo."


El otro personaje, destacadísimo, es Sara: la hermana escritora de Pablo a la que éste (diez años mayor que ella), sólo empezará a conocer de una forma "indirecta" pero tremendamente impactante para él.

Como suelo hacer, transcribiré algunos fragmentos de los que más me han llamado la atención. Especialmente, las palabras de Sara referidas al acto de la Escritura:

"La escritura es la porción de masoquismo que todo ser humano necesita."

"A veces tengo la sensación de que los escritores estamos poseídos por una suerte de maleficio. Es como si con cada novela quisiéramos descubrir una parte distinta de nosotros mismos, cuando en realidad es siempre la misma. Este pensamiento me bloquea. Me deja atónita. Pierdo el sentido del ritmo. La música que quiero otorgar a mis frases, y que nadie escuchará, no suena en mi cabeza."

"Intento apresar las palabras, pero se me escurren de las sienes. Sigo siendo una principiante. Pienso que esta vez me voy a estrellar, no es la primera vez que me pasa. Cada vez que empiezo a escribir una historia creo que no voy a poder y, sin embargo, no abandono, o no del todo, me someto, me dejo maltratar y pasado el tiempo, como si de un hecho prodigioso se tratara, llega un día en que la historia está acabada y yo vacía."


Ya leí hace bastante tiempo otra novela de Paula Izquierdo, "El hueco de tu cuerpo", que me gustó muchísimo. Hasta ahora no llegó a mis manos esta otra obra que cumple con las expectativas que tenía y que en ningún sentido me ha decepcionado.

Paula Izquierdo escribe con una prosa muy trabajada, a veces poética, a veces dura, acerada (de acero, de acera...): tal y como son algunos de sus personajes.

"Hay gente que cree que escribe para el bien de la humanidad, de la historia del arte o de la literatura. Yo, en mi caso, hacía tiempo que había descubierto por qué escribía; porque estaba esclavizada, sí, esclavizada por las palabras. Bien, pero entonces, ¿qué necesidad tenía de publicar? Simplemente, rellenando páginas y páginas de letras debería encontrar algo de sosiego. Sin embargo, esto no era suficiente, no me aliviaba. De este modo (...), llegué a la conclusión de que lo que necesitaba no era sólo soltar lastre, sino que iba un poco más allá; no sólo estaba acuciada por el deseo de desprenderme de las palabras, sino también necesitaba dárselas a los demás; que fueran ellos, los lectores, los que las soportaran."

"De hecho, cada vez que me he acostado con un hombre lo único que he sido capaz de pronunciar es el nombre de Dios. Daría cualquier cosa por describir ese a-pensamiento que me recorre desde la médula hasta la punta de los dedos en el tiempo arrancado del éxtasis."

"Reconozco que esta libertad que tanto he deseado en mis cuarenta y un años de vida es un propósito necio que no esconde sino una gran necesidad. Porque cuando me miro por dentro me doy asco, me contemplo las entrañas con estupor, y me pregunto si de eso estoy hecha, de espantosas, lúbricas, viscosas serpientes que se solazan en mis entrañas. Qué repugnancia."




Estas son algunas de las 
acepciones que nos ofrece el diccionario de la RAE. Cualquiera de ellas o todas a la vez, pueden ser válidas, apropiadas para justificar el título de esta novela:
- Defecto o privación de algo necesario o útil.
- Quebrantamiento de una obligación.
- Ausencia de una persona del sitio en que debía estar.

Paula Izquierdo.


Las imágenes de arriba son de Joyce Tenneson.

"UN AMOR PEQUEÑO". Alejandro Gándara.

Editorial Anagrama,  2004. 321 págs.






Alejandro Gándara es un escritor lúcido e inteligente del que leo todo lo que cae en mis manos.
Esta es una novela narrada en primera persona por un protagonista entre cínico y descreído, entre chulesco y autodestructivo que se dedica al raro oficio de "liquidar" empresas, si bien antes había sido físico, escritor, traductor..., siempre en deuda consigo mismo.


Otro personaje que escapa (como ha ocurrido con los dos de mis últimas reseñas): del éxito, de su carrera, de sus familiares, de sus fantasmas, de sí mismo...

"Dejé las matemáticas porque me parecen una religión de gente temerosa de salir a la calle, pero a la que le gusta aterrorizar. Son beatos peligrosos. Cuando tienen poder, oyen voces en su cabeza. Y dejé de escribir porque es una profesión en la que alguien que se cree Dios escribe para otros a los que cree idiotas.
Ya ves que ambas cosas las dejé por motivos religiosos."



Cuando le ofrecen "liquidar" una empresa editorial en Coruña, se enfrenta a un difícil reto, por su carácter más emotivo que técnico: lo que parecía fácil se le va complicando por sus relaciones con los implicados, especialmente cuando se enamora de la hija del dueño, a la que dobla en edad.

Y así asistimos a la evolución de este amor, que no es tan pequeño como parece indicar el título.



"Mi opinión es que el amor y las montañas están señalizados con esos hitos que llevan a una cumbre desde la que por cierto dejan de verse. A traducir por un par de tetas, una cintura flexible, un mohín de los labios, una melodía en la voz, un cuerpo cimbreante, una compasión desconocida por las miserias del enamorado, una brigada de auxilio en momentos difíciles, una psicoterapia gratuita, dinero para garantizar el resto de tus días, un encoñamiento delirante, una capacidad de abstracción superior a la tuya, la sensación de que tú estás vacío y el otro lleno, la necesidad de reconocimiento, la necesidad a secas de no se sabe qué, la necesidad a secas, y claro-claro-claro la producción de dolor, que te hagan daño, tanto, que no puedas vivir sin él, que respires tantos cristales puntiagudos que si te los quitan el aire no sepa a nada, al extremo de dar la vida por uno de esos cristalitos con su pedacito extra de herida, por un estertor que dure otro segundo, por favor."



Los protagonistas de las novelas de Gándara tienen mucho de perdedores, de ensimismados en sus círculos de genialidad abstraída; de autosuficientes, hasta que les ocurre algo que les da un vuelco a sus cuerpos, a sus almas, que cambia el latido de sus razones y de sus corazones. Desarraigados a los que se les coge cariño a pesar de su pasotismo cínico.

Además encontramos en "Un amor pequeño" una amplia galería de personajes secundarios muy bien dibujados: con entidad, con empaque.

Lo que menos me gustó: las demasiadas idas y venidas del protagonista entre Madrid y Coruña y viceversa; y también un poco, el lenguaje y algunas vicisitudes técnicas del extraño oficio del protagonista: "liquidador" de empresas en crisis (muy actual, ¿no?).



De todas formas, esta es una de esas novelas de las que uno no se olvida fácilmente: por la fuerza de sus personajes, por sus diálogos, por sus descripciones, por lo bien escrita que está.

Algunas citas extraídas del libro:

"A veces una simple caricia vale más que todo el amor del mundo, por la sencilla razón de que no hay nadie para darla."

"Me acerqué y me quedé al borde de su piel, ese milímetro en el que se abren las comunicaciones, los iones de los pensamientos y de los sentimientos empiezan a viajar de un lado a otro y nadie toca. Luego, me abracé a ella y hundí la cara en su cuello para contemplar desde lo más profundo de su piel aquella ría, aquel puerto y aquel cielo. 
Pensé: aquí podría quedarme. Nunca había pensado en quedarme en sitios, había pensado en no moverme hacia ninguno. Abrazado a su espalda, no había más viajes."

"La figura clara y larga, los grandes, grandes ojos que eran lo único que querría ver en el adiós a este mundo, que hacían daño sólo con pensar en ellos, no digamos si además me miraban, imaginando su tacto y aquella miel adherida para siempre a las paredes de los nervios, de los capilares, de los poros. La alcancé casi sin aliento y supe lo que era sentirse morir sin que tuviera nada que ver con la muerte, cómo una mitad del amor que lo daría todo por vivir se está asomando al borde de una fosa."



"De puro amor no se necesitaría al otro para nada, la soledad sería el momento culminante de la pasión y el olvido una prueba irrefutable de lo bien que marchaban las cosas."


Todas las imágenes son de Joana Pimentel,
autora también de la foto de  
la portada de esta novela.

"LA LUZ DEL DÍA". Graham Swift.

Editorial Anagrama, 2003. 313 páginas.


Graham Swift está considerado como uno de los mejores novelistas británicos de la generación de los 80, junto con Julian Barnes, Martin Amis, Ian McEwan y Kazuo Ishiguro

Cuando iba a editar las etiquetas para esta entrada, dudé. 
Al final, me decidí por colocar las de Novela negra y Novela policíaca, porque lo es. 
Pero es muchas cosas más; podría haber añadido la de Novela intimista, o haber creado una nueva categoría: Novela gastronómica.

Empecé a leer a Graham Swift hace poco tiempo. Empecé con la considerada como su más lograda  novela y una de las mejores de los últimos años del siglo XX en Inglaterra: "El país del agua".

Después de esa obra maestra -llevada al cine con Jeremy Irons como protagonista- leí "Fuera de este mundo", "Mañana" y "Desde aquel día" y aún tengo reservada "Últimos tragos", también convertida en película.

Pero me he decidido por traer aquí y recomendar "La luz del día" por su casi perfecta estructura, porque encontré, sin saberlo en un principio, una maravillosa novela que recuerda en algunos aspectos formales a las mejores de la línea negra anglosajona: narración en primera persona, intriga hasta el final, protagonista atormentado y con "manchas" en su pasado.

Casi desde el principio, conocemos muchos de los hechos. Sabemos quién es el asesino (la asesina), quién es el asesinado (el marido de ésta); pero no el cómo ni el exacto por qué. 

Aunque, también casi desde el principio, conocemos el triángulo que da lugar a la tragedia: la esposa, profesora de lenguas extranjeras; el esposo, un ginecólogo de éxito; y la joven refugiada croata, alumna de la primera.

El protagonista, un detective privado contratado por la esposa y que había sido policía, va contándolo todo, con saltos en el tiempo: pasado, presente...



Enamorado de su clienta, la profesora asesina, y rodeado por una serie de mujeres que influyen en su vida: su hija, con la que lo une una especial relación afectivo-gastronómica; su secretaria, que fue su amante y que lo daría todo por él; su ex esposa, que tras 20 años de matrimonio, le dice adiós sin más.

Poco a poco, nos va desvelando los cómos y los porqués, como capas de una cebolla, hasta llegar a la última página. Él es el único que conoce todos los hechos pasados, presentes, de la excelente trama que va tejiendo el autor.

También es una novela acerca de "cruzar, atravesar líneas": sobre la sexualidad, sobre la homosexualidad, sobre la relación detective/cliente, sobre la relación detective/persona vigilada, o policía/detenido, o profesor/alumno...

Precisa, lacónica, lírica, profunda, da gusto leerla. 

No sé si es mejor despacito, para saborearla o rápidamente, para desentrañar el final y llegar a saber todo lo que sabe el protagonista/narrador.



Algunas citas:
"Amar es estar dispuesto a perder, es no tener, no guardar."

"Ir a visitar a alguien a la cárcel se parece a un breve ensayo de la cosa real, una breve idea del castigo. Las puertas se cierran detrás de nosotros. Un sistema -un olor- nos traga, nos registran, nos cuentan, nos marcan. Nos preguntamos vagamente si nos dejarán salir. Luego, cuando se acaba el tiempo, se produce un pequeño milagro. Regresamos -todo está en orden- por el camino por el que vinimos. Damos ese sencillo paso que no lo es tanto para los que se quedan dentro, un paso que para ellos ni siquiera es concebible.
Puede que a todos debieran obligarnos a darlos. Una especie de educación, un privilegio. Saber cómo es dejar el mundo y que después nos vuelvan a poner en él."



"En los aeropuertos hay canales y espacios vacíos y filtros; estar allí se parece a estar en una cadena de producción. Un enorme sistema de opresión que elimina toda aura o -por la misma vía- la realza. Tantas partidas, tantas llegadas: no se pueden distinguir un sencillo adiós de una agonía, amantes de amigos. La gente se excita, se abraza, se niega a separarse, se besa. ¿Qué significan esos ojos húmedos? ¿Que nos vemos el sábado que viene? ¿Que nunca volveremos a vernos?
Toda esta intimidad en público. Pero aquí no es algo desacostumbrado, es casi lo que corresponde.
Y, del mismo modo, es el sueño de un detective. Uno pasa a formar parte de la multitud, nadie se da cuenta de nuestra presencia, ni siquiera si pasara rozándolo.
Y, de todos modos, no hace falta ser detective. Se lleva en la sangre.
¿Quién no lo ha hecho alguna vez? De pie o sentado al borde de un gran espacio lleno de gente, mirando. Y quién, por el mero gusto de hacerlo, no ha escogido, como un espía, una silueta aislada, una pareja, y seguido cada uno de sus movimientos, de sus gestos, quién no ha intentado leer sus labios. Y quién no se ha preguntado: ¿cuál es su historia?"

"En la meticulosa y amorosa preparación de un plato hay (...) una especie de poder curativo."



Graham Swift.

"CIUDAD ABIERTA". Teju Cole.


Editorial Acantilado,  2012. 294 páginas.
Traducción: Marcelo Cohen.

Ya sabéis: esas listas que aparecen a finales de diciembre con lo más, con los mejores de los 365 (ó 366) días que marcan lo que llamamos un año.
En músicas, en pelis y, por supuesto, en libros, que es lo que aquí nos interesa.

Yo las consulto, no sé vosotros. Siempre a la búsqueda de algo nuevo.
Mi nómina de "fijos" es amplia, pero me gusta irla agrandando con más hallazgos.
Hay ocasiones en que uno acude a su librería de guardia y allí, curioseando, encuentra alguna portada, algún título, algún nombre de autor que "le llama", sin saber muy bien por qué.

Ahora, con esto de internet y las compras "on line", algo de eso tan cercano, tan cotidiano, se ha perdido.
De ahí, mi consulta a esas listas tan listas.
Y en muchas de ellas aparecía el nombre de este autor, sonoro exótico: Teju Cole. Y el título: "Ciudad abierta", sencillo pero sugerente.


Teju Cole.

Así que leí reseñas (que me terminaron de convencer) y me lo agencié. Y lo leí, y me gustó y ahora soy yo el que lo recomienda.

El protagonista, Julius, un joven psiquiatra emigrante nigeriano de madre alemana, pasea por la ciudad de un Nueva York post 11-S, una ciudad "que acoge y que, a la vez, es invadida". Durante esos larguísimos paseos, necesarios, vivificantes para él, se suceden encuentros con personajes ensimismados, historias de la gente que conoce, incluyendo la de algunos de sus pacientes, de los que trata de olvidarse cuando está "fuera", sin conseguirlo siempre.

No sólo en sus paseos, sino en sus visitas a sitios emblemáticos de la capital del mundo: parques, museos, centros penitenciarios, la misma "zona cero", vamos asistiendo a las propias reflexiones de Julius y las conversaciones con los otros, reflejando sus opiniones  sobre interesantes temas: arte, música, política, inmigración, racismo, la cuestión palestina, el islamismo extremo. 
Sobre la condición humana, en dos palabras.

Otros dos escenarios en los que transcurre esta novela: Nigeria, con retazos de la niñez del protagonista y Bélgica, país al que se desplaza para intentar localizar a su abuela materna de la que hace años que no sabe nada.

Un libro para leer muy tranquilo, empapándose en las descripciones e ideas de Teju Cole (fotógrafo e historiador del arte, además de escritor) que suplen la ausencia de un argumento propiamente dicho. 
Entre otros, esta obra ha sido galardonada con el prestigioso Premio PEN/Hemingway 2012.





Algunas citas:

"(...) la estatua de la Libertad era una verde mota fluorescente contra el cielo, y más allá estaba Ellis Island, foco de tantos mitos, pero construida demasiado tarde para los primeros africanos -que de todos modos no eran inmigrantes- y cerrada demasiado pronto para que pudiera significar algo para africanos posteriores como Kenneth, el taxista o yo."

"(...) cuando yo era joven, Europa era un sueño. Más aún: era el sueño. Representaba la libertad de pensamiento. Queríamos venir y adiestrar la mente en este espacio libre. Cuando estudiaba en la universidad, en Rabat, yo soñaba con Europa, nos pasaba a todos, a mis amigos y a mí. No con Estados Unidos, que ya nos causaba aversión, sino con Europa. Pero me ha decepcionado. La libertad de Europa es pura fachada. El sueño era una quimera."

"(...) la responsable de Israel debería ser Alemania. Si alguien debería llevar la carga son los alemanes, no los palestinos. Los judíos fueron a Palestina desde otros lugares. ¿Por qué? ¿Porque vivieron allí hace dos mil años? Permíteme darte un ejemplo de cómo es esto. Khalil y yo somos marroquíes, somos los moros. En un tiempo gobernamos España. ¿Y cómo caería ahora que invadiésemos la península ibérica y dijéramos: En la Edad Media esta tierra la gobernaron nuestros antepasados, así que es nuestra: España, Portugal, todo. No tiene sentido, ¿no? Pero los judíos son un caso especial."

"Mire, yo conozco esos casos, esos jóvenes que van por ahí tomándose el mundo como una ofensa personal. Es peligroso. Que alguien sienta que es el único que sufre es muy peligroso. Semejante grado de resentimiento es una receta para tener problemas. Nuestra sociedad se ha abierto a gente como él, pero una vez que vienen sólo se les oye quejarse. ¿Qué sentido tiene mudarse a un sitio sólo para probar lo diferente que es usted? ¿Y por qué esa sociedad va a recibirlo contenta?"

"Somos los primeros humanos sin la menor preparación para el desastre. Vivir en un mundo seguro es peligroso. (...) Procuramos olvidar que en otros tiempo otras ciudades han visto cosas peores, que no hay nada que nos inmunice contra todas las pestes, que somos tan vulnerables como cualquier civilización pasada pero estamos especialmente desprevenidos."






"TENEMOS QUE HABLAR DE KEVIN". Lionel Shriver.


Editorial Anagrama,  2007. 607 págs.
Traducción: Javier Calzada.



Esta es una de esas novelas que han conocido el éxito gracias al "de boca en boca" y a un título llamativo que, por otra parte, la hace parecer previsible. Pero  no lo es, ni mucho menos.

Una pareja feliz, sin hijos. Ella autora y editora de guías de viajes; él, fotógrafo, localizador de exteriores para publicidad.

Un día, ante la inesperada tardanza del marido y la angustia que esto le provoca, ella decide optar por una maternidad ante la que hasta ahora había dudado.

El libro está estructurado en forma de cartas: las que le va escribiendo la madre de Kevin a su marido, como terapia no prescrita. 
En ellas, se va desvelando a posteriori todo lo que ocurrió "aquel jueves" y todo lo que había ido sucediendo anteriormente, desde la relación de la pareja y sus respectivas opiniones ante el hecho de tener un hijo o no tenerlo, hasta el desenlace. 

Aunque desde el principio se nos vayan dando pistas sobre el comportamiento del chico y sus posteriores consecuencias, el asombro se irá apropiando de nosotros conforme avanzamos en la lectura, difícil de dejar como en pocos libros de los que he leído últimamente.


Lionel Shriver.
La autora (porque se trata de una mujer, en contra de lo que parece indicar el nombre), consiguió el prestigioso Premio Orange exclusivo para féminas, dotado con 30.000 libras esterlinas, en 2005 con esta novela.



La película basada en el libro se estrenó en el Festival de Cannes 2011 donde fue elogiada de forma unánime por la crítica.

607 páginas que se hacen cortas; una novela de esas difícilmente olvidables.

Algunas citas:

"¿Qué locura se apoderó de nosotros? ¡Éramos tan felices... ¿Por qué arriesgamos cuanto teníamos en ese juego atroz de tener un hijo? Me doy cuenta de que te parecerá sumamente blasfemo el simple planteamiento de esta pregunta..."



"Sé que no me creerás, pero te aseguro que intenté con todas mis fuerzas crear una intensa relación afectiva con mi hijo. Pero mis sentimientos -hacia ti, por ejemplo- nunca habían sido para mí un ejercicio que estuviera obligada a ensayar una y otra vez igual que las escalas de un piano. Cuanto más esforzadamente lo intentaba, más convencida estaba de que tanto esfuerzo era una abominación. Sin duda, toda aquella ternura, que, en último extremo, imitaba simplemente como una mona, hubiera debido llamar a la puerta sin que nadie la invitara. De ahí que, además de deprimirme Kevin, y el hecho de que tu afecto se alejara cada vez más de mí, también me deprimiera lo que consideraba mis fallos. Era culpable de malversación emocional."

"¿Qué pueden hacernos nuestros hijos? Para empezar, partirnos el corazón. También, avergonzarnos y llevarnos a la ruina. Y, por mi experiencia personal, puedo dar fe de que son capaces de hacernos desear no haber nacido. ¿Y qué podemos hacerles nosotros? Prohibirles que vayan al cine, por ejemplo. Pero ¿cómo? ¿con qué respaldamos nuestras prohibiciones, si el niño se encamina a la puerta en actitud beligerante? La cruda realidad es que los padres somos como los gobiernos: mantenemos nuestra autoridad mediante la amenaza, abierta o implícita, de recurrir a la fuerza física. Un niño hace lo que le decimos -no nos engañemos- porque podemos partirle el brazo."